Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 9 de enero de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Cánovas del Castillo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 20, 456-457
Tema: Recargo transitorio sobre los derechos de introducción de cereales y sus harinas

Como se trata de un proyecto de ley pendiente de discusión en la otra Cámara, el Gobierno se reserva decir allí lo que corresponda. (Rumores en la minoría conservadora). ¡No faltaba más sino que empezásemos a discutir aquí un proyecto de ley pendiente de examen ante la otra Cámara! (Aprobación en la mayoría).

Por lo demás el Sr. Cánovas me ha de permitir que le diga, que padece una verdadera monomanía con su proposición de cereales; S.S. se ha figurado que con la tal proposición ponía una pica en Flandes, que había de conmover al Gobierno, a la mayoría y aún creo que al país.

Pues no pasa nada de esto, Sr. Cánovas del Castillo, porque hace mucho tiempo que se ha ocurrido a todo el mundo lo mismo que encierra esa proposición; y es bien extraño, que S.S. le dé tanta importancia, como si fuera cosa nunca vista ni por nadie siquiera imaginada. Su señoría está llamado a más altas empresas, que ésta de ir a la zaga de tantos otros que antes que S.S. se han ocupado en esta cuestión. (Risas).

Luego, Sres. Diputados, lo que hace el Sr. Cánovas del Castillo, puede ser disculpable en un Diputado novel, mozo, inexperto; pero en S.S. con toda su autoridad, con toda su experiencia parlamentaria, jefe dignísimo de partido, que ha sido jefe del Gobierno y aspira, con razón y con legítimos títulos a volver a serlo, no admite disculpa, porque S.S. sabía muy bien (y no quiero lastimar a nadie, pero sin intención de ofender a los demás, podría decir que lo sabía mejor que todos los demás Sres. Diputados), que la proposición de S.S. no podía prosperar; y si esto era indudable, no había necesidad de que se diera tanta prisa para apoyarla, hasta el punto de interrumpir nada menos que el debate del mensaje de la Corona. (Aprobación).

Pues qué, ¿no sabía el Sr. Cánovas del Castillo que en el momento en que tomáramos en consideración la proposición que ha apoyado hoy tendría el carácter de proyecto de ley y vendría a ser un obstáculo, porque lucharía con un proyecto de ley igual pendiente ante el otro Cuerpo Colegislador? Sí lo sabía. Y si esto es así, ¿a qué ese apresuramiento y por qué esa impaciencia? Además, ¿qué significa suspender nada menos que la discusión del mensaje a la Corona, cuando el Sr. Cánovas del Castillo creía que por la deferencia que el Congreso debe a la Monarquía no podía discutirse nada, mientras no se discutiera [456] el mensaje, y esto hasta el punto de que S.S. y su partido se opusieran a que se discutiese nada menos que la cuestión del matrimonio civil? (El Sr. Cánovas del Castillo pide la palabra). ¿Por qué? Porque creía que era irreverente para la Corona discutir esa cuestión que afectaba al Sumo Pontífice por la altísima consideración que le debemos. (Muy bien).

No se comprende tampoco la impaciencia del señor Cánovas del Castillo y menos aún el que S.S. venga con tanto apresuramiento a pedir que hagamos ahora, en un instante, lo que S.S. no quiso hacer cuando era gobierno. Pues qué, ¿estaban más altos los aranceles cuando S.S. era Poder? ¿Tenían los cereales más subido precio? No; diez años hace que los agricultores castellanos vienen pidiendo lo que reclaman ahora; diez años hace que vienen nombrando Comisiones de las que algunas fueron a ver a S.S. cuando era gobierno y a pedirle lo que S.S. les negó, y era lo mismo que ahora quiere que, con apresuramiento inexplicable, concedamos nosotros. (Muestras de aprobación en la mayoría).

¿Qué autoridad tiene S.S. para pedirnos que hagamos lo que S.S. pudo hacer y no lo hizo? No habría necesidad de esto si el Gobierno de S.S. hubiera accedido a las muchas peticiones que le dirigieron los castellanos; con ello nos hubiera evitado los disgustos que estamos pasando, y a mí el de no poder en este momento acceder a los deseos de S.S.

El Gobierno, pues, se opone a que se tome en consideración esta proposición de ley, porque si se tomase nacería un conflicto con el otro Cuerpo Colegislador, y el Gobierno, que tiene más interés que nadie en que se respeten y cumplan todas las leyes, lo tiene igualmente en que los Cuerpos Colegisladores den por su parte el primer ejemplo de cumplirlas. Pero, además, se opone el Gobierno porque cree que éste no es el remedio a los males tan complejos y tan múltiples con medidas aisladas, adoptadas tan de pronto y como ab irato. No; el Gobierno cree que para los males que sentimos se necesita una serie de medidas, un conjunto de reformas que abarquen todos los aspectos de la crisis económica, agrícola e industrial, que reina en el mundo, para llegar, sin crear nuevas y mayores dificultades al fin apetecido.

Claro está, Sres. Diputados, y el Gobierno lo conoce tan bien o quizá mejor que los Sres. Diputados, y digo mejor precisamente por razón de oficio; claro está, que nuestros productores de cereales están muy mal; pero no están bien los oliveros, ni lo están tampoco los criadores de ganados; están mal los agricultores, pero no están mejor los industriales, ni los comerciantes; no está bien la región castellana; pero no están mejor la gallega, la aragonesa, la catalana, la manchega y la andaluza. Y señores Diputados, cuando se trata de tan diversas regiones y de cuestiones que afectan a tan múltiples y complejos intereses, no se puede resolver el problema por una medida aislada, y de repente, hace falta más meditación; y desde el momento en que se medita un poco sobre la cuestión, se observa que estamos bajo la pesadumbre de una gravísima perturbación económica e industrial; perturbación que afecta a todas las Naciones, lo mismo a la poderosa Nación alemana, a pesar de sus instituciones esencialmente proteccionistas, que a la rica Nación inglesa, a pesar de lo expansivo de sus leyes comerciales; lo cual prueba que no tiene nada que ver aquí la cuestión de sistema económico y que el mal no depende de sistema ninguno.

La causa de este fenómeno está en que en todas partes se ha reforzado la producción, hasta el punto de que el consumo no corresponde a la oferta. No hay, pues, que hablar del librecambio ni de protección: primero, porque el Gobierno no es proteccionista ni librecambista, ni lo puede ser ningún Gobierno; y segundo, porque francamente, ¿qué sistema de librecambio es éste que somete la importación de un artículo de primera necesidad, el primero y principal de todos, a un derecho de 25 por 100? ¡Vaya un librecambio!

Se trata, pues, de adoptar una serie de medidas, un conjunto de reformas que el Gobierno tiene preparadas, que discutiremos, y por las cuales cree que sin remediar en absoluto el mal, porque esto es imposible, se puede hacer el mal llevadero para ir después haciéndolo desaparecer en lo posible. Así, y sólo así, es como se puede resolver de la mejor manera este dificilísimo problema, sin que el remedio sea peor que la enfermedad, sin quebrantar el presupuesto del Estado, sin trastornar las rentas públicas, sin desatender otros elementos de la riqueza nacional, sin excitar antagonismos entre las diversas clases productoras del país, sin crear lucha entre las diferentes regiones, sin engendrar recelos, y no digo recelos, sino celos y enconos, entre el propietario y el colono y entre el colono y el bracero, sin traer, en una palabra, la pavorosa cuestión social. (Aprobación).

El Gobierno, que se ha ocupado en el estudio de este asunto, pretende resolver el problema, en cuanto es posible, teniendo en cuenta todas estas consideraciones, y recaba, como es consiguiente, la iniciativa que de derecho le corresponde, como cree corresponderle en todos aquellos otros asuntos que a los intereses generales de la Nación afectan; por todo lo cual, del Congreso, le suplica que vote en contra de la proposición. (Aplausos en la mayoría). [457]



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